"Esta es la crónica de como San Timoteo del Besós recibió la revelación divina, abandonando sú vida pecaminosa y como a partír de aquél momento se dedicó en cuerpo y alma a redimír a todo aquél que escuchaba sú palabra" . Yo, el discipulo escriba.



martes, 7 de diciembre de 2010

VAZQUEZ ( IV )







A la mañana siguiente, Manolo despertó temprano. Aunque había descansado bien, un leve dolor de cabeza le recordaba el episodio alcohólico de la noche anterior. Se duchó para acabár de recolocar las toxinas que aún corrían por sus venas en su lugar. Tras vestirse, un café caliente, amargo y espeso acabó de templar su organismo. A punto de marcharse hacia el cuartel de Les Corts, entreabrió la puerta del dormitorio. Marga seguía durmiendo serenamente, Se acerco silenciosamente a ella y depositó un leve beso en sus labios. Ella abrió los ojos en aquél instante.
- Me marcho a trabajár Marga, no te preocupes. Estoy bien, y si no hay ninguna complicación, vendré a almorzar al mediodía contigo.

Ella contempló en la semi penumbra de la habitación, su sonrisa leve y un brillo de amor en su mirada. Envolvió los hombros de el con sus brazos y lo atrajo hacia ella, abrazándolo con fuerza. Cuando se separaron, Manolo contempló como un espeso lagrimón se deslizaba en la mejilla de Marga. El lo secó con sus dedos.
- Ni una sola lágrima mas, preciosa mía. No vale la pena. Quizás tengamos que hablar largo y tendido sobre lo que ha pasado, sobre tu y yo y estos últimos años, sobre nuestras vidas. Pero lo haremos con serenidad. Por que te quiero sinceramente, y por que no quiero perderte. Ella sonreía también, aunque las lágrimas seguían arrasando su rostro.
- ¡¡ Vamos, perezosa!!. Levantate, date una buena ducha y desayuna alguna cosa. Sal por ahí a dar un paseo y respira un poco. Y no te olvides de sonreír. No ha pasado nada que no podamos resolver.

El trayecto en autobús público hasta el cuartel le ayudo a desperezarse del todo. Aquella mañana era especialmente fría. Cuando entró en el despacho, el teniente Marín no había hecho acto de presencia por allí. Respiró aliviado, no le apetecía ver la cara de aquél canalla. Empezó a revisar el papeleo pendiente en la bandeja de su mesa y la agenda con los asuntos que habia que despachar durante el dia.

Algo mas tarde de las ocho de la mañana, la puerta del despacho se abrió, y tras ella apareció Marín. Las miradas de los dos hombres se cruzaron durante unos instantes que a Marín le parecieron eternos. La expresión en el rostro de Manolo era fría como el hielo.

- ¿ Que tal ese catarro, mi Teniente ?. Espero que esta noche haya dormido bien y haya recuperado la salud.
- Esto... Estoy mejor, Vázquez, gracias. ¿ Alguna novedad ?.
Un leve tartamudeo delataba la inseguridad que sentía Marín. Al responder a Manolo, también había palidecido visiblemente.
- Pues sí, mientras ayer usted guardaba cama debido a su enfermedad, en la terminal TCB de contenedores del puerto se descubrió accidentalmente un cargamento de armas no declaradas que iban a ser embarcadas rumbo a Liberia. Hice trasladar el alijo al depósito de Sant Andreu de la Barca, presenté el informe al juzgado de guardia, y estamos pendientes de las providencias que dicte el juez que lleva el caso.

Marín ocupó su despacho, y, al contrario de la costumbre habitual que tenia de dejar la puerta de este abierta, la cerró tras el. Manolo respiró aliviado procurando concentrase en el trabajo pendiente. Al menos no tendría que contemplar aquella odiosa cara.

Sobre la once, una llamada del juzgado que llevaba el caso, les hizo llegar instrucciones de volver al puerto, para tomar una declaración previa al jefe de turno de los estibadores, y a los agentes de aduanas que habían manejado aquél flete desde su salida de Ucrania.

Vázquez y Marín salieron con el coche oficiciál. Un silencio glacial se instaló entre los dos hombres durante el lento trayécto, debido a la intensidád del trafico y a algunas obras en las calles. Fue Marín quién inició la conversación.
- Creo que le debo una explicación por mi comportamiento de ayer, sargento.
-No es necesario que me explique nada, Marín. Ayer ya estuve hablando con Marga, y lo que ha sucedido está muy claro. Es usted un sinvergüenza. Usted está soltero y por lo que sé, sin compromiso. No necesitaba meterse en la cama de otro hombre.
- Pero no solo yo soy culpable, también está su mujer.
-¡¡ Las razones que tenia Marga para ponerme los cuernos con usted, las tengo muy claras !!, teniente. Pero lo que también tengo muy claro es que usted es un sinvergüenza indigno del uniforme y del rango que ostenta, y mucho menos de la confianza que implicaba mi amistad y la de mi esposa.
- ¡¡ Es intolerable que un subordinado me insulte de esta manera !!.

Cuando las últimas palabras de Marín resonaron dentro de automóvil, casi habían alcanzado el acceso al puerto desde la Ronda del Litoral. Vázquez desvió el vehículo hacia un descampado junto a la salida de la autovía, cerca del acceso al cementerio de Montjuích. Detuvo el vehículo, se apeó de él, y desabrochó el cinturón con la pistolera, arrojándolo al interior del vehículo. Se despojó también de la chaqueta y la gorra ante la mirada atónita de Marín, que seguía sentado dentro del vehículo.

- ¡¡ Bájese del coche, teniente !!. Vamos a discutir esto mas allá de jerarquías y reglamentos. Ya que se ha sentido insultado, le doy la oportunidad de lavar su honor.  Marín descendió del vehículo, y también se aligeró prescindiendo de la pistolera, la chaqueta y la gorra. Se situó frente a Manolo.

Marín tenia una buena forma física, y era más joven que Vázquez. Había recibido formación en defensa personál en la academia, y no temía enfrentarse a puñetazos al maduro sargento.

Manolo levantó los puños adoptando la posición de defensa clásica de un boxeador, y el teniente le imitó. Manolo hizo  una finta con el puño izquierdo que despistó al teniente, tras lo que descargo un golpe seco y demoledor con el puño derecho en el plexo solar de Marín. El golpe inesperado, dejó al teniente desconcentrado e inerme. Fue el primer golpe de una tremenda paliza.

Media hora mas tarde, el coche oficial conducido por Vázquez, irrumpía en el Hospital Clínico a través de acceso de urgencias. Ayudó a los enfermeros a situar al semi inconsciente Marín en una camilla, y se dirigió hacia el mostrador de admisiones del servicio. Facilitó los datos del teniente a la auxiliar del mostrador.

- ¿ Que le ha sucedido al enfermo ?.
- Le han dado una soberana paliza.

Tras completár los trámites, Vázquez se subió al vehículo y regresó al acuartelamiento. Pidió ver al comandante al mando.
- Mi comandante, me pongo a su disposición. Le he pegado una paliza al teniente Marín. Lo he dejado ingresado en el Clínico para que lo atiendan debidamente.
- ¿ Que dice usted que ha hecho, Vázquez ?.
Manolo le relató serenamente lo ocurrido en las últimas veinticuatro horas.

- Vázquez, lo siento, pero queda usted arrestado hasta nueva orden.

                                                           ( continuará )

4 comentarios:

  1. ¡Guau! Rodéricus, desconocia tu faceta de escritor de Thrillers. Esperaré impaciente la siguiente entrega.

    ¡Un abrazo!

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  2. Gracias Carlos. Lo que inicialmente era un pequeño relato, ha ido cobrando vida propia.

    Saludos.

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  3. Maruxela, la cosa ira derivando hacia la tragicomedia.

    Un beso.

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