Ante todo, debo ser honrado y aclarár que el personaje en el que se inspira este proyecto de relato no es una idea originál mia. Miquél Calzada y Molina, "Mikimoto" para sús incondicionales, es, un algo yá, veterano periodista catálán. Poco conocido fuera de Cataluña, ha sido realizadór de programas de radio y ha tenido algún espacio própio en la televisión pública catalana, protagonizando algún escandalo a cuenta de alguno de sús "gags" televisivos, poco afortunados, en los que se vió involucrado en contra de sú voluntád algún miembro de la casa reál.
Dé su época en la rádio, conservo buenos recuerdos de un magazine que realizaba en "Catalunya Radio" en los años noventa. Habia comentarios de actualidád pasados por el filtro de su peculiár sentido del humór, algunos bastante agudos, y otros no tan brillantes, pero nunca decepcionaba. Tenia dentro del programa un pequeño espacio de humór diario, inspirado en los capitulos de los evangelios. El protagonista era un "iluminado", un profeta visionario al estilo de los del Antiguo Testamento, una rara mezcla de fumado hippie y profeta que deambulaba por el mundo moderno predicando la biblia, fumando marihuana y rodeado de discipulos. Apoyando sus estramboticas prédicas y acciones con un colt calibre 45.
Pasé unos buenos ratos escuchando aquellos guiones radiofónicos reálmente inspirados que siempre me sabian a poco y riendome mucho a costa del predicadór, sus alucinados discipúlos y su interacción con el mundo actuál.
Uno siempre ha sido un animál literario. Creo que el dia en que nací, salí a este mundo del útero de mi madre con un librito bajo el brazo. En mi infancia leí hasta saturarme. Mi mala salúd en esa época, me obligaba a estár mucho tiempo encerrado entre cuatro paredes, y una buena lectúra acompañada de un transistór de radio me endulzaban aquella existencia. Por no hablár de intentár mantenér el ritmo escolár a pesár de mis reiteradas ausencias de las clases. A pesár de todo, lo conseguí.
La lectura ha sido mi primér amór, y seguramente será el último. Y la evolución naturál de un lectór incansable, es acabár escribiendo. Esta es la primera ocasión en que me tomo en serio el reto de elaborár un relato serio y coherente, y la manera de averiguár si realmente vale la pena quemarse las yemas de los dedos en un teclado, es someterse al escrutinio del juicio ajeno, de la opinión de los demás fuera de mi circulo de parientes y amiguetes.
De vosotros depende la continuidad de este relato. Vuestra opinión siempre será bién recibida.
Sobre el personaje, Timoteo y yo guardamos algúnas coincidencias en nuestra peripecia vitál. También tuve una infancia difícil en un lugár complicado. No hay nada mejór que escribír sobre lo que se concoce. No imagino a Timoteo como hijo de una familia acomodada del barrio de la Bonanóva en Barcelóna.
Toda semejanza entre los dós, acaba ahí.
La semejanzas con el personaje ideado por "Mikimoto" acaban en el concepto de "predicadór milagrero a mano armada". El personaje que he ideado parece que ha ido cobrando vida própia a medida que he ido escribiendo los primeros capítulos de sús andanzas, y ahora campa por ahí a sús anchas haciendo su santa voluntád, que para algo es un hombre de Diós.
No me pregunteis como continua y como acaba esta reláto, eso solo lo sabe el própio Timoteo Bofarúll D´Hautecloque. No le perdaís de vista.
Hospitalét del Llobregat, Solsticio de Verano del 2010
"Esta es la crónica de como San Timoteo del Besós recibió la revelación divina, abandonando sú vida pecaminosa y como a partír de aquél momento se dedicó en cuerpo y alma a redimír a todo aquél que escuchaba sú palabra" . Yo, el discipulo escriba.
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