"Esta es la crónica de como San Timoteo del Besós recibió la revelación divina, abandonando sú vida pecaminosa y como a partír de aquél momento se dedicó en cuerpo y alma a redimír a todo aquél que escuchaba sú palabra" . Yo, el discipulo escriba.



martes, 15 de junio de 2010

LA LUNA SOBRE EL RIO NERETVA



Timoteo se despertó gritando de madrugada. Transpiraba por cada poro de sú piél a pesár del frio nocturno de aquella noche de finales de Enero. Le costó reconocér donde se encontraba en la oscuridád de la fria madrugada. Los contornos familiares de la habitación en el piso de sú madre se fueron perfilando en su retina, y poco a poco empezó a serenarse e intentó controlár los temblores que sacudian su cuerpo empapado.
Fué a la cocina buscando un vaso de agua fresca, sin encendér las luces, esquivando cuidadosamente el mobiliario del comedór, intentando no provocár ningún ruido que despertase a sú madre, Cristinne.
Vano intento, la lúz de la habitación de ella estaba encendida, y la puerta se abrió, arrojando un marco de lúz sobre el pasillo.
- Timo. ¿te encuentras bién?. Te he oido chillár.
Allí estaba aquella pequeña mujercita que le adoraba. Metro sesenta escaso de altura y en ropa interiór. A pesár de habér rebasado los cincuenta, seguia teniendo un cuerpo armonioso y bello en sú conjunto.
- Estoy bién mamá, son solo mis pesadillas.
-¿La misma de costumbre, cariño?.
- Si mamá, otra véz el hospitál de Mostar.

Timoteo Bofarull D´Hautecloque no fué un buén estudiante en sú infancia. Ni siquiera fué un estudiante mediocre. Sencillamente fué el prototipo del fracaso escolár. Con un hogár desestructurado, su padre, un camionero especializado en rutas internacionales, desapareció tras las faldas de una vedette del "Molino" cuando el cumplió los cinco años, Cristinne tuvo que trabajár duro para sacár adelante el hogár en solitario, dejando siempre al chico al cuidado de las vecinas. Cuando la fábrica metalúrgica en la quer trabajaba cerró sús puertas a mediados de los ochenta, acabó ejerciendo el oficio más viejo del mundo en un "puti-club" de carretera en Montcada y Reixach ante la imposibilidád de encontrár algún empleo decente. Era conocida como la francesa y tenia bastante éxito entre la clientela habituál del prostibulo, su cuerpo menudo y proporcionado, de eterna adolescente hacia estragos entre los hombres.  Pero los horarios que seguia eran incompatibles con la educación de un muchacho en olena pubertád. Timoteo acabó el ciclo de enseñanza obligatoria con una cosecha espectaculár de ceros en casi todas las asignaturas, y viviendo practicamente en la calle en un barrio casi marginál y con compañias muy poco recomendables.

Por aquellos años, de tarde en tarde, cuando conseguia unos dias de permiso, aparecia por la barriada un vecino que estaba enrolado en la Legión. El uniforme, las batallitas cuarteleras que el legionario explicaba a todo el que las quisiera escuchár y el halo de dureza que rodeaba al Tercio impulsaron a Timoteo a alistarse en ella con dieciocho años recién cumplidos, en contra de la opinión de la apenada Cristinne, buscando un porvenír más allá de las conocidas calles del barrio y de la marginalidád a la que se sentia destinado.

El veinte de abríl de 1.993 Timoteo desembarcó junto con el resto de la "Agrupación Canarias" de la Legión, del transporte de asalto "Castilla" en el puerto croata de Split, bajo el escudo de la ONU con la misión de pacificár la salvaje guerra civíl a trés bandas que ensangrentaba Bosnia, con la misión de mantenér abiertas las rutas terrestres que hacian llegár la ayuda humanitaria hasta la indefensa población civíl de Sarajevo y otras zonas de la región sometidas a cerco o con duros combates entre serbios, croatas y bosnio-musulmanes.

En aquellos años, Timoteo habia progresado dentro del Tercio. Se habia especializado en mecánica de automoción y habia conseguido todos los permisos de conducción en las diversas modalidades. Era un conductór de blindados apreciado por sus superiores debido a su habilidád para pilotár aquellos armatostes en toda clase de terrenos y condiciones meterologicas, así como sú capacidád para reparár averias mecánicas sobre la marcha con unos alicates, un rollo de alambre y mucha habilidád. También estaba considerado un excelente tiradór con toda clase de armas, cortas ó largas. Lucia con orgullo los galónes de cabo primero, y parecia haberle encontrado por fín un sentido a sú vida.

Fué destinado a un pequeño destacamento logístico en la ciudád de Mostar. encargados de recibír los suministros desde la cadena de transporte que enlazaba con el puerto de Splít, y trasladarlos al punto donde fuesen necesarios. Iguál conducia un camión pesado de transporte, que un blindado BMR. Todo dependia de la actividád bélica en la zona.

Se enamoró de aquella pequeña ciudád encajonada en el valle que trazaba el rio Neretva entre dós cordilleras. A pesár de la destrucción que habia conllevado que en Mostar hubiese un enfrentamiento directo entre Croatas y Musúlmanes, de hecho el rio marcaba la frontera entre las dós comunidades,  la belleza de la vieja ciudadela medievál exhalaba todavia su perfume entre las ruinas.
Una noche de luna llena, descubrió el amór y el deseo entre los brazos de una muchacha croata que hablaba un castellano impecable, en un prado junto al rio. La noche clara de primavera veia interrunpida sú páz por ráfagas distantes de fusíl. Aún así, Timoteo creyó estár por unos instantes en el paraiso.

En los pocos momentos de relajo, la unidád frecuentaba una pequeña taberna en una zona tránquila del sectór Croáta, en la calle Onescukova. Allí los legionarios confraternizaban entre ellos, sin distinguír entre graduaciones, pero manteniendo el respeto. Una clase de hermandád que solo se dá en los campos de batalla, lejós del hogár y los acuartelamientos. Timoteo aquello dias trabó amistád con un alférez, Ramón Capdevila, barcelonés y catalán como él. Conversaban sobre Barcelona, y los planes para el futúro, una véz de regreso a casa. Pura nostalgia entre dós trotamundos léjos del hogár.

Fué a mediados de abríl. La misión del dia consistia en llevár suministros al hospitál de la zona musulmana. Sangre para transfusiones, plasma y suministros médicos. Los dias anteriores habian sido especiálmente difíciles en la ciudád. Los croatas habian sometido a un duro bombardeo de artilleria desde las alturas de sú zona a los barrios musúlmanes, y el hospitál acumulaba muchos herídos civiles y militares. Un destacamento compuesto de trés blindados al mando del alférez Capdevila habia recogido los suministros en los almácenes de la base y habia cruzado la ciudád y el rio en dirección al hospitál.

El convoy se detuvo a la altúra de la puerta principál. Cuando todo el destacamento estaba ocupado descargando las neveras y las cajas de instrumentál, sonó una detonación seca. Frente a Timoteo, una salpicadura sanguinolenta manchó la pintura blanca del vehículo y vio al alférez Capdevila echarse las manos al cuello y caér a sús piés. Instintivamente se giro dejando caér la suelo la caja que transpotaba y descolgando al mismo tiempo el fusíl ligéro que llevaba la hombro. Vió un leve destello metálico en una ventana del edificio de viviendas al otro lado de la avenida, apúnto hacia aquella ventana al mismo tiempo que un golpe seco impactaba en sú hombro, y apretó el gatillo del arma. Trás el disparo, vió como un fusíl caia de aquella ventana golpeando  la acera. Se giró hacia el lugár donde habia caido el alférez. Al agacharse fué testigo de los últimos estertores de aquél muchacho que apenas tenia un pár de más años que él. El disparo le habia atravesado el cuello. Entonces notó también el dolór en sú hombro y la sangre que resbalaba por sú brazo. pero toda sú atención estaba centrada en Ramón. No respiraba, no reaccionaba y un charco de sangre se habia formado bajo sú cabeza. El resto del pelotón ó se habia parapetado trás los blindados, o disparaba a ciegas contra los edificios colindantes. Una extraña mezcla de llanto y aúllido de rabia surgió de la garganta de Timoteo. Aquél sonido extraño tuvo la extraña virtúd de calmar la histeria que sentia el resto del pelotón. El tiroteo cesó y los legionarios centraron sú atención en el gimiente Timoteo, que arrodillado en el suelo, abrazaba el cadáver sin vida de Ramón Cápdevila, aquél jóven oficiál.

( Continuará)

3 comentarios:

  1. Un emotivo relato, y divertido en su inicio. Me gusta el detalle de "el Tercio", y el recuerdo de Mostar y de su hermosísimo puente, que veía en los telediarios y los periódicos de casi niño.

    Un saludo :)

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  2. Los puentes son un simbolo de páz, pués son los primeros en sér destruidos cuando la locura fratricida se apodera de los hombres. Por esa razón el Banco Centrál Europeo decidió incorporarlos a los diseños de los billetes europeos, para exorcizár nuestro pasado de destrucción. Poco tiempo después de las fechas en las que he situado este relato, el viejo puente medievál de Mostar fué dinamitado por los irregulares Croátas, las milicias. Hoy dia, vuelve a levantár airosamente su perfíl de ojiva gótica.
    Los daños materiales se pueden reparár con cierta rapidéz, pero las almas destrozadas tardarán mucho tiempo en recuperár la páz, si es que algúna véz lo consiguen.

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  3. Cuando escribes tienes el especial talento de describir las cosas de tal manera que es fácil transportarse al lugar de la acción.
    Me gusta cómo lo haces, ni poco ni mucho, lo suficiente como para hacer el viaje que te lleva al lado de Timoteo y no aburrirte en el trayecto.

    Un bico

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