"Esta es la crónica de como San Timoteo del Besós recibió la revelación divina, abandonando sú vida pecaminosa y como a partír de aquél momento se dedicó en cuerpo y alma a redimír a todo aquél que escuchaba sú palabra" . Yo, el discipulo escriba.



domingo, 27 de junio de 2010

LA LUNA SOBRE MADRÍD




El sargento Antonio Díaz recogió el fusíl caido sobre la acera, después de ordenár a una parte del pelotón de soldados inspeccionár el edificio desde el que habian partido los disparos. No tenia demasiadas esperanzas de encontrár allí al "paco", el francotiradór croáta que habia disparado. Si el disparo de Timoteo no lo habia matado ó malherido lo suficiente, a estas alturas se habria dado a la fuga a través de las terrazas de los edificios circundantes, y disponia de muy pocos hombres como para aislár el barrio buscando a álguien recién herido por un disparo. Quizás los milicianos musúlmanes de la zona consiguieran atraparlo. Y si así era, los bosnios no lo entregarian, al menos vivo. Que el cielo se apiade de ese desgraciado si eso llega a  suceder.

Se asombró al examinár aquélla arma. Reconoció el fusíl por habér visto algúna pieza identica en los museos del Ejército, Era un Kar-98, el fusíl reglamentario que utilizó la Whermacht alémana durante la segunda guerra mundiál. Montaba una mira telescópica, una ligera abolladura en la visera daba testimonio de sú caida desde el tercér piso. Por lo demás, el fusíl y la mira presentaban un mágnifico estado de conservación. Observó que el arma habia estado fabricada ex-profeso para un francotiradór, el numero de serie grabado en el fusíl y el de la mira coincidian. Maldiciendo la capacidád para matár de aquél fusíl casi setenta años despùes de fabricado, Diáz accionó varias veces el cerrojo hasta vaciár la recamara, y estrelló el arma repetidamente contra el mástil de una farola callejera hasta dejarla inservible.
- ¡¡ Cabrones de ustachas !! , siseó entre dientes.
Se dirigió hacia la columna de vehículos a las puertas del hospitál.
- ¿ Como está el cabo Bofarúll ?.
Cuando la patrulla regresó al hospitál, informaron al sargento Dïaz de que habian localizado un cadaver en la tercera planta de aquél edificio de viviendas con un balazo en la cabeza. Vestia una cháqueta militár con emblemas Croátas.

Timoteo permaneció algo más de un dia en el hospitál. La bala habia atravesado sú hombro provocando la fractura de la clávicula. Los medicos extrajeron las esquirlas de hueso y sanearon la herida en el hospitál musulmán, manteniendolo sedado, a la espera del traslado de urgéncia que se organizó al dia siguiente, para evacuár a Tomoteo a Madríd, en un avión medicalizado, junto con el cadáver del malogrado Ramón.

Nunca tuvo un recuerdo vivido y consciente de sú estancia en aquél hospitál, tan solo algún recuerdo fugáz del vuelo. El ruido de las túrbinas del CN-235, la sensación de frio y el bulto entrevisto en la penumbra de la carlinga, aquél ataúd de plástico grís oscuro. Recordaba la calidéz de la mano de una médico militár mientras secaba con una gasa las lagrimas que a él le rodaban por las mejillas, y una vóz suave que se imponia al ruido de fondo.
- Tranquilo, te recuperarás, estamos volviendo a casa.
- ¿Mamá?, ¡ que bién que hayas podido venír !. Tengo frio, mucho frio.

Trás el aterrizaje en la base de Torrejón de Ardóz, una ambulancia le trasladó al hospitár militar Gómez Ulla.
Una véz allí, los especialistas de la sección de traumatologia hicieron una rápida evaluación de los daños en la clávicula de Timoteo. Seis horas más tarde del aterrizaje, le sometieron a la primera operación para tratár de minimizár los destrozos ocasionados por aquella bala ustacha.

Cuando se desvanecieron lentamente los efectos de la anestesia, Cristinne estaba a sú lado. Ella llevaba un sencillo vestido liso, que aún resaltaba más la elegancia naturál de aquella pequeña mujér. Un jovén traumatologo la observaba de reojo, aquella mujér no correspondia al patrón habituál de madre de un legionario como el herido, álguien aparentemente de clase humílde. Le asombraba la  distinción que emanaba de ella.
- Señora, la operación ha sido algo laboriosa, pero hemos conseguido hacér una buena reconstrucción del hueso más afectado, la escápula,  conocido como la paletilla. Pero la herida ha afectado ligeramente al nacimiento del triceps, el músculo inferiór del antebrazo y hasta que comencemos el proceso de recuperación, ignoramos el estado funcionál del brazo. De todas formas, sú hijo tiene una buena salúd y una vitalidád tremenda, lo cuál ofrece una buena garantia de recuperación.
- Doctór, muchas gracias por sú información. Pienso quedarme por aquí el tiempo suficiente hasta que mi hijo esté algo más recuperado.

Hacia horas que Timoteo habia superado los últimos eféctos de la anestesia y estaba plenamente consciente. Cristinne le observaba en silencio desde hacia un buén rato. No pestañeaba, cuando ella intentaba entablár conversación con él, apenas le respondia con monosilabos.
Pasaron un pár de semanas. Timoteo se habia recuperado de las secuelas de la intervención sin muchas complicaciones, aunque la movilidád de su brazo no estaba completamente restablecida. Los cirujanos decidierón que habia que realizár una pequeña intervención para restablecér el movimiento naturál del triceps.

Pero animicamente, el no habia regresado aún de Bosnia. Seguia escondido en algúna parte de su mente. El capitán médico Madero, jefe del servicio de psiquiatria le dió el diagnostico al que habia llegado a Cristinne con pocas palabras:
- Estress post-traúmatico y una depresión del carajo, señora. En las circunstancias por las que ha pasado sú hijo, el tráuma es habituál, y es algo que se resuelve en poco tiempo, al menos en la mayoria de los casos. Lo que no tengo claro es sí la depresión es también consecuencia del incidente, si és anteriór ó bién estaba latente y esto la ha desatado.
- No habia notado nada raro en las conversaciones que mantuve con él antes del tiroteo, aunque ahora que lo menciona, en las últimas semanas él habia espaciado las llamadas que me hacia desde Bósnia, además, insitia mucho en que no me preocupase pór él. ¿ Le tendrán mucho tiempo ingresado ?. Verá, me gustaria que volviese commigo a Barcelona para cuidarle en casa, además, tengo un pequeño negocio, y aunque ha quedado en manos de mi empleada, no puedo estár muchos dias más ausente de allí.
- Todo depende de sí conseguimos que mejore de ese estado de postración. No me atrevo a darle un plazo de tiempo, por otra parte, necesitamos tenerlo en observación para verificár que el tratamiento surta efécto. Los antidepresivos hay que administralos cuidadosamente.

Cristinne regresó a Barcelona una semana más tarde, coincidiendo con el alta en traumatologia de Timoteo y su ingreso en el pabellón de psiquiatria.

( continuará )

martes, 15 de junio de 2010

LA LUNA SOBRE EL RIO NERETVA



Timoteo se despertó gritando de madrugada. Transpiraba por cada poro de sú piél a pesár del frio nocturno de aquella noche de finales de Enero. Le costó reconocér donde se encontraba en la oscuridád de la fria madrugada. Los contornos familiares de la habitación en el piso de sú madre se fueron perfilando en su retina, y poco a poco empezó a serenarse e intentó controlár los temblores que sacudian su cuerpo empapado.
Fué a la cocina buscando un vaso de agua fresca, sin encendér las luces, esquivando cuidadosamente el mobiliario del comedór, intentando no provocár ningún ruido que despertase a sú madre, Cristinne.
Vano intento, la lúz de la habitación de ella estaba encendida, y la puerta se abrió, arrojando un marco de lúz sobre el pasillo.
- Timo. ¿te encuentras bién?. Te he oido chillár.
Allí estaba aquella pequeña mujercita que le adoraba. Metro sesenta escaso de altura y en ropa interiór. A pesár de habér rebasado los cincuenta, seguia teniendo un cuerpo armonioso y bello en sú conjunto.
- Estoy bién mamá, son solo mis pesadillas.
-¿La misma de costumbre, cariño?.
- Si mamá, otra véz el hospitál de Mostar.

Timoteo Bofarull D´Hautecloque no fué un buén estudiante en sú infancia. Ni siquiera fué un estudiante mediocre. Sencillamente fué el prototipo del fracaso escolár. Con un hogár desestructurado, su padre, un camionero especializado en rutas internacionales, desapareció tras las faldas de una vedette del "Molino" cuando el cumplió los cinco años, Cristinne tuvo que trabajár duro para sacár adelante el hogár en solitario, dejando siempre al chico al cuidado de las vecinas. Cuando la fábrica metalúrgica en la quer trabajaba cerró sús puertas a mediados de los ochenta, acabó ejerciendo el oficio más viejo del mundo en un "puti-club" de carretera en Montcada y Reixach ante la imposibilidád de encontrár algún empleo decente. Era conocida como la francesa y tenia bastante éxito entre la clientela habituál del prostibulo, su cuerpo menudo y proporcionado, de eterna adolescente hacia estragos entre los hombres.  Pero los horarios que seguia eran incompatibles con la educación de un muchacho en olena pubertád. Timoteo acabó el ciclo de enseñanza obligatoria con una cosecha espectaculár de ceros en casi todas las asignaturas, y viviendo practicamente en la calle en un barrio casi marginál y con compañias muy poco recomendables.

Por aquellos años, de tarde en tarde, cuando conseguia unos dias de permiso, aparecia por la barriada un vecino que estaba enrolado en la Legión. El uniforme, las batallitas cuarteleras que el legionario explicaba a todo el que las quisiera escuchár y el halo de dureza que rodeaba al Tercio impulsaron a Timoteo a alistarse en ella con dieciocho años recién cumplidos, en contra de la opinión de la apenada Cristinne, buscando un porvenír más allá de las conocidas calles del barrio y de la marginalidád a la que se sentia destinado.

El veinte de abríl de 1.993 Timoteo desembarcó junto con el resto de la "Agrupación Canarias" de la Legión, del transporte de asalto "Castilla" en el puerto croata de Split, bajo el escudo de la ONU con la misión de pacificár la salvaje guerra civíl a trés bandas que ensangrentaba Bosnia, con la misión de mantenér abiertas las rutas terrestres que hacian llegár la ayuda humanitaria hasta la indefensa población civíl de Sarajevo y otras zonas de la región sometidas a cerco o con duros combates entre serbios, croatas y bosnio-musulmanes.

En aquellos años, Timoteo habia progresado dentro del Tercio. Se habia especializado en mecánica de automoción y habia conseguido todos los permisos de conducción en las diversas modalidades. Era un conductór de blindados apreciado por sus superiores debido a su habilidád para pilotár aquellos armatostes en toda clase de terrenos y condiciones meterologicas, así como sú capacidád para reparár averias mecánicas sobre la marcha con unos alicates, un rollo de alambre y mucha habilidád. También estaba considerado un excelente tiradór con toda clase de armas, cortas ó largas. Lucia con orgullo los galónes de cabo primero, y parecia haberle encontrado por fín un sentido a sú vida.

Fué destinado a un pequeño destacamento logístico en la ciudád de Mostar. encargados de recibír los suministros desde la cadena de transporte que enlazaba con el puerto de Splít, y trasladarlos al punto donde fuesen necesarios. Iguál conducia un camión pesado de transporte, que un blindado BMR. Todo dependia de la actividád bélica en la zona.

Se enamoró de aquella pequeña ciudád encajonada en el valle que trazaba el rio Neretva entre dós cordilleras. A pesár de la destrucción que habia conllevado que en Mostar hubiese un enfrentamiento directo entre Croatas y Musúlmanes, de hecho el rio marcaba la frontera entre las dós comunidades,  la belleza de la vieja ciudadela medievál exhalaba todavia su perfume entre las ruinas.
Una noche de luna llena, descubrió el amór y el deseo entre los brazos de una muchacha croata que hablaba un castellano impecable, en un prado junto al rio. La noche clara de primavera veia interrunpida sú páz por ráfagas distantes de fusíl. Aún así, Timoteo creyó estár por unos instantes en el paraiso.

En los pocos momentos de relajo, la unidád frecuentaba una pequeña taberna en una zona tránquila del sectór Croáta, en la calle Onescukova. Allí los legionarios confraternizaban entre ellos, sin distinguír entre graduaciones, pero manteniendo el respeto. Una clase de hermandád que solo se dá en los campos de batalla, lejós del hogár y los acuartelamientos. Timoteo aquello dias trabó amistád con un alférez, Ramón Capdevila, barcelonés y catalán como él. Conversaban sobre Barcelona, y los planes para el futúro, una véz de regreso a casa. Pura nostalgia entre dós trotamundos léjos del hogár.

Fué a mediados de abríl. La misión del dia consistia en llevár suministros al hospitál de la zona musulmana. Sangre para transfusiones, plasma y suministros médicos. Los dias anteriores habian sido especiálmente difíciles en la ciudád. Los croatas habian sometido a un duro bombardeo de artilleria desde las alturas de sú zona a los barrios musúlmanes, y el hospitál acumulaba muchos herídos civiles y militares. Un destacamento compuesto de trés blindados al mando del alférez Capdevila habia recogido los suministros en los almácenes de la base y habia cruzado la ciudád y el rio en dirección al hospitál.

El convoy se detuvo a la altúra de la puerta principál. Cuando todo el destacamento estaba ocupado descargando las neveras y las cajas de instrumentál, sonó una detonación seca. Frente a Timoteo, una salpicadura sanguinolenta manchó la pintura blanca del vehículo y vio al alférez Capdevila echarse las manos al cuello y caér a sús piés. Instintivamente se giro dejando caér la suelo la caja que transpotaba y descolgando al mismo tiempo el fusíl ligéro que llevaba la hombro. Vió un leve destello metálico en una ventana del edificio de viviendas al otro lado de la avenida, apúnto hacia aquella ventana al mismo tiempo que un golpe seco impactaba en sú hombro, y apretó el gatillo del arma. Trás el disparo, vió como un fusíl caia de aquella ventana golpeando  la acera. Se giró hacia el lugár donde habia caido el alférez. Al agacharse fué testigo de los últimos estertores de aquél muchacho que apenas tenia un pár de más años que él. El disparo le habia atravesado el cuello. Entonces notó también el dolór en sú hombro y la sangre que resbalaba por sú brazo. pero toda sú atención estaba centrada en Ramón. No respiraba, no reaccionaba y un charco de sangre se habia formado bajo sú cabeza. El resto del pelotón ó se habia parapetado trás los blindados, o disparaba a ciegas contra los edificios colindantes. Una extraña mezcla de llanto y aúllido de rabia surgió de la garganta de Timoteo. Aquél sonido extraño tuvo la extraña virtúd de calmar la histeria que sentia el resto del pelotón. El tiroteo cesó y los legionarios centraron sú atención en el gimiente Timoteo, que arrodillado en el suelo, abrazaba el cadáver sin vida de Ramón Cápdevila, aquél jóven oficiál.

( Continuará)